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jueves, 10 de septiembre de 2020

MITOLOGIA UNIVERSAL: SADKO EL JUGLAR (MITOS EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL)

 


Sadko vivía en Novgorod y tocaba su laúd de madera de arce en los banquetes de los comerciantes ricos. Pero al llegar los malos tiempos nadie quería pagar por oír su música. Un día, caminando a orillas del río, se sentó a tocar su instrumento. Apenas hubo terminado empezó a salir una espuma de las aguas y de las profundidades surgió la poderosa cabeza del mar. Le gustó tanto la música de Sadko que le encargó tocar en su palacio submarino prometiéndole una gran recompensa. En cuando a Sadko aceptó, se halló najo el océano en un palacio de piedra blanca; allí estaba el dios del mar en un gran salón, sentado sobre un trono de coral. Cuando Sadko entonó una canción el dios del mar empezó a bailar. Sobre sus cabezas las aguas se agitaron espumosas y olas grandes como montañas surcaron su superficie, llevándose los barcos a las profundidades. 

Al cabo de un rato Sadko se sintió cansado; apenas podía tocar una nota más. Repentinamente sintió una mano sobre sus hombros y, mirando atrás, vio a un hombre de barba blanca. El sabio le aconsejó romper las cuerdas de su instrumento para interrumpir la danza; a continuación el dios del mar le ofrecería una novia como recompensa. Pero Sadko no tenía que apresurarse en su elección: tenía que dejar pasar las trescientas primeras doncellas, y a las segundas y las terceras, escogiendo a la última de todas para que fuera su mujer. El sabio además hizo otra advertencia a Sadko: no tenía que acariciar a su novia, pues de lo contrario permanecería para siempre bajo el mar. Sadko rompió las cuerdas de su instrumento y la danza cesó. El dios del mar, aunque descontento, insistió en que Sadko recibiera su premio: tenía que escoger a una novie entre sus hijas. Apareció entonces un cortejo de doncellas, cada una más deliciosa que la anterior. Sadko dejó que pasaran las primeras trescientas, y luego las segundas y terceras. La última era Chernava, la más encantadora de todas. Y Sadko la escogió como novia. 

Aquella noche, más tarde, cuando Sadko estuvo a solas con su nueva esposa, recordó la advertencia del anciano y se echó sin tocar a su novia; pero a media noche, al darse la vuelta en la cama, la rozó en el pie. Estaba tan fría que se despertó sobresaltado. Se encontró entonces echado a orillas del río Chernava con el pie izquierdo metido en sus aguas heladas. Durante el resto de su vida quedaría cojo de ese pie. Pero a su lado había un saco de oro que le hizo riquísimo. Hay quien cuenta que, cuando sopla la tempestad sobre el mar o sobre un lago, el juglar Sadko toca su instrumento y el dios del mar baila en las profundidades marinas.


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