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domingo, 8 de diciembre de 2019

MITOLOGIA UNIVERSAL: INTRODUCCION A LA MITOLOGIA EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL


Con la notable excepción de rumanos, húngaros y albaneses, los pueblos de Europa central y oriental pertenecen predominantemente a la familia de eslavos, cuya identidad étnica se estableció hace unos 1500 años. Por entonces, en el siglo V d.C., los eslavos iniciaron sus migraciones al este de Europa: hacia el norte hasta el mar Báltico, hacia el sur hasta el Adriático, y desde Bohemia, en la parte centro-oriental, recorrieron medio mundo hasta alcanzar el océano Pacífico. Los que se instalaron en el norte -polacos, bielorrusos y rusos- encontraron un país en mayor pate plano y pantanoso, con grandes ríos y cubierto de nieve durante más de seis meses al año. Quienes poblaron las partes centrales -checos, eslovacos y uncranianos- encontraron una estepa herbosa y casi sin árboles.

Las tribus que se dirigieron hacia el sur a través de los Balcanes -los yugoslavos (lo que significa "esclavos del sur": serbios, croatas, eslovenos y macedonios) y los búlgaros- hallaron un clima más templado a orillas de los cálidos mares Adriático, Egeo y Negro, rodeados de montañas con cumbres nevadas. Las robustas tribus que se encaminaron hacia el este -los rus o rusos- se abrieron paso valiéndose del hacha y el fuego a través de densos bosques con ciénagas y lagos en los que vivían gran cantidad de animales salvajes. Según el historiador Vasily Kluschevsky (1841-1911), para comprender la cultura eslava hemos de fijarnos en el bosque, el río y la estepa: los bosques proporcionaban a los eslavos robles y pinos para construir sus casas, les calentaban los álamos y abedules, iluminaban sus cabañas con teas de madera de abedul, les calzaban con sandalias de fibra, les proporcionaban platos y fuentes, les vestían con cueros y pieles y les alimentaban con miel. Y eran el mejor abrigo para su ganado. Pero la vida en el bosque era dura y peligrosa: lobos y osos acechaban a hombres y animales. Era un mundo de sonidos fantásticos y sombras amenazadoras que inspiraba miedo. El bosque incitaba a la prudencia y una fantasía encendida. La espero dejó en el alma eslava una huella peculiar. Su interminable extensión producía una sensación de vastos horizontes y sueños lejanos. Y sin embargo era más amenazadora que el bosque, pues no ofrecía donde esconderse de los merodeadores nómadas y los temidos mongoles o tártaros. El bosque y la estepa despertaba sentimientos opuestos de amistad y de temor. No así el río, pues como dice Kluchevsky: Amaba su río. No hay otro rasgo del terreno tan hondamente cantado por el folclore eslavo. Y con buenos motivos para ello. En sus merodeos le mostraba el camino; en sus asentamientos era su compañero constante; la instalaba la casa en sus riberas. Le alimentaba durante gran parte del año. Para el comerciante era la mejor carretera tanto en verano como en invierno. Enseñó a los eslavos el orden y la sociabilidad; hermanó a los hombres y les hizo sentir que formaban parte de la sociedad, enseñándoles a respetar las costumbres ajenas, a comerciar, a experimentar, a inventar y a adaptar. También ríos y lagos tenían sus misterios. Es fácil entender que en un mundo habitado por demonios los primitivos eslavos creyeran que el espíritu del río murmuraba cuando estaba satisfecho y rugía cuando estaba irritado. El movimiento continuo de sus aguas sugería de modo muy natural que era algo vivo; de modo que cada río y cada lago tenían su duende masculino y su ninfa acuática femenina. Tal es, pues, el origen principal de la madre naturaleza que configuró la cultura eslava, confiriendo a sus mitos un carácter peculiar.


COSTUMBRES RELIGIOSAS CULTOS E INFLUENCIAS

La única forma artística de expresión de los mitos eslavos corresponde en gran parte a los narradores orales, que cultivaron el arte de los bardos y transmitieron verbalmente sus relatos de generación en generación. Estos juglares, cantores de gestas y narradores ciegos eran bienvenidos en los asentamientos aislados y alejados, especialmente en las largas veladas invernales. Antes de que la vida moderna llegara a los rincones más remotos del país, la narración de los mitos era el entretenimiento preferido en la tranquilidad y la monotonía de las noches prolongadas. Es interesante observar que los mitos no se dirigían solamente al pueblo llano; también entretenían a los señores. Ser un buen narrador era una cualidad muy apreciaba en muchas casas señoriales, incluida la del propio emperador. Del primer zar de Rusia, Iván el Terrible, se contaba que era un gran admirador de los mitos eslavos y que tenían en sus corte a tres ciegos que se turnaban junto a su cama, donde le contaban historias a conciliar el sueño. Los mitos contados por nodrizas del pueblo a jóvenes aristócratas proporcionaban temas e innumerables obras maestras del arte eslavo (sadko, la doncella de las nieves y el Gallo dorado de Rimsky-Korsakov; el pájaro de fuego y la consagración de la primavera de Stravinski y Rusalka de Dvorak). Para los narradores de historias no siempre eran bienvenidos. El zar Alejo Mijailovich, padre de Pedro el Grande, hizo reunir a todos los narradores de historias y les cortó la lengua. El famoso edicto real de 1649 proclamaba: Muchas personas creen neciamente en los sueños, el mal de ojo y los cantos de las aves y cuentan enigmas y mitos; al hablar estúpidamente, celebrar fiestas y blasfemar, destruyen sus almas.