El
20 de julio de 1969, el Apolo 11 alunizó en el Mar de la Tranquilidad. A bordo
iban dos estadounidenses: Neil Amstrong, que fue el primero el pisar la
superficie, y Edwin “Buzz” Aldrin. Permanecieron en la Luna 22 horas, de ellos
dos y media fuera del módulo lunar. Después se dirigieron al encuentro de Michael
Collins, que se encontraba en órbita en el módulo de mando y servicio.
Cuando
la nave se acercaba a la Luna, un deposito de oxígeno explotó el módulo de servicio:
los astronautas se quedaron con oxígeno suficiente para respirar pero sin
energía, lo que les impedía encender el motor principal de la nave para
propulsarse. Durante el resto de la misión vivieron en el módulo lunar, como si
de una balsa salvavidas se tratara.
El
vehículo lunar, también llamado rover, era un coche plegable con tracción a las
cuatro ruedas y alimentado por baterías. Tenía una velocidad máxima de 14 km/h
e iba equipado con cámaras para grabar las misiones, antenas y bolsas para
recoger muestras de suelo. Llegó a la Luna fijado al exterior del módulo lunar.
El
equipo de las misiones Apolo estaba diseñado para recoger la máxima información
posible sobre la Luna. La mayor parte del material se quedó allí para seguir
recogiendo información tras la partidas de los astronautas. Los ALSEP (siglas
para nombrar los grupos de experimentos científicos en al superficie lunar del
programa Apolo) tenían sus propios generadores y radiotransmisores para enviar
los resultados a la Tierra. Los astronautas recogieron muestras de las rocas y
del suelo. Cuando se analizaron en la Tierra se comprobó que la Luna contiene
elementos similares a la Tierra.